Las grandes preguntas de los niños. Itinerario de la primera comunión para padres e hijos
Mettiamo a disposizione, solo per per utilizzarne il testo in due relazioni in Argentina, la traduzione provvisoria del primo volume de Le domande grandi dei bambini. Il testo sarà rimosso a breve. Per approfondimenti, cfr. la sezione Le domande grandi dei bambini.
Il Centro culturale Gli scritti (21/8/2019)
PER LE IMMAGINI DEL TESTO VAI AL LINK IMMAGINI DEL PRIMO VOLUME DE LE DOMANDE GRANDI DI BAMBINI
Padre Mauricio Botta
Padre Andrés Lonardo
Las grandes preguntas de los niños
Itinerario de la primera comunión para padres e hijos
1 La Historia de la Salvación: el corazón de la fe
Pág. 2
Segundo volumen en preparación
“Y Adán, ¿de verdad ha existido?”
“¿Por qué leemos las historias de la Biblia?”
“¿Por qué Jesús ha debido nacer necesariamente?”
“¿Cómo podemos estar seguros que nuestra fe es la verdadera?”
“¿Por qué han crucificado a Jesús en la cruz?”
“Si Jesús ha resucitado, ¿cómo y cuándo ha muerto por segunda vez?”
“¿Por qué existe también el mal y no solo el bien?”
“¿Por qué Jesús quiere que lo comamos?”
“¿Cómo puede escucharme Jesús cuando le hablo si el cielo está tan lejos?”
“¿Por qué incluso cuando soy feliz me siento triste?”
Pág. 3
Índice
Introducción.....................................................................................
¿Qué diferencia hay entre el hombre y el mono? ….......................
¿Por qué existe el universo? ...........................................................
¿Se puede conocer todo con la ciencia? .........................................
¿Por qué Dios eligió un pueblo?.....................................................
¿Por qué Dios no se ha dado a conocer todo de una sola vez?..........
¿Por qué Jesús ha debido venir ente nosotros?..................................
Pero en resumen, ¿este Dios es uno o son tres?.............................
¿Por qué nos bautizamos?..............................................................
¿Me dices de nuevo la cosa más importante?.................................
Palabras finales................................................................................
Pág. 4
“Si Dios ha creado al mundo, ¿quién ha creado a Dios?”
“Tengo miedo que Dios no exista. ¿Cómo sabemos que nuestra religión es la verdadera?”
“¿Dios conoce mi nombre?”
“Si el hombre ha sido creado por Dios, y yo, mamá, lo creo de verdad, ¿por qué entonces ha existido el australopiteco?”
“Mamá, si tú mueres, ¿me puedes seguir queriendo?”
“Si Dios es amor, ¿por qué ha mandado a morir a su Hijo y no ha venido Él?”
“¿Dónde estaba yo, papá, cuando tú eras todavía niño?”
“¿Qué se siente cuando te vuelves papá?”
“¿Por qué existe el odio?”
“¿Por qué Jesús ha tenido que nacer?”
“¿Por qué Jesús quiere que lo comamos?”
Pág. 5
Éstas son sólo algunas de las preguntas que nos hacen los niños. Antes de escribir este libro hemos recogido sus preguntas durante un año y aún seguimos recogiéndolas. El libro que tienen en sus manos es un libro de catequesis que quiere tomar en serio tales preguntas y ayudarlos a no olvidar que los niños no son sonsos.
Si la catequesis infantiliza el cristianismo, inoportuna sus verdaderas preguntas. Los niños tienen necesidad de adultos que no tengan miedo a sus preguntas; los niños necesitan que los adultos confirmen que sus preguntas son lindas y grandiosas. Que puedan encontrar una luz que las haga relucir y que ésta sea la luz de la fe cristiana.
Cuando los niños encuentran adultos que los ayudan a ver que existen respuestas a sus preguntas más grandes, entonces afrontan la vida con ánimo y nace en ellos el deseo de crecer. Los niños tienen necesidad de comprender que la vida no es una gran confusión, sino que lo que es verdaderamente grande, verdadero y bello, de verdad existe. Que el cristianismo no es un juego, sino un evento que da significado al mundo entero, a su vida, aunque pequeña todavía, así como a la existencia del inmenso universo.
Al final de la lectura de este libro encontrarán algunas reflexiones sobre los criterios que nos han guiado en la escritura del mismo. Quisiéramos que primero lo lean así como se presenta, porque un libro no depende de su introducción.
¡Les deseamos una buena lectura!
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Las preguntas iniciales del libro son preguntas que nos han hecho verdaderamente algunos niños a lo largo de los años. Tenían la costumbre de escribirlas y meterlas en una cajita. Hemos querido dejarlas así como fueron escritas, dejando sus pequeños “errores”, dado el profundo deseo de verdad y por no alterar su frescura.
Pág. 7
¿Qué diferencia hay entre el hombre y el mono?
Pág. 8
Queridos Niños,
Me presento. Soy el Padre Mauricio, un sacerdote de Roma. Desde hace muchos años soy catequista de niños como ustedes y he descubierto qué hermosas y profundas son sus preguntas, las cosas que los atraen y que más les interesan.
He descubierto que les interesa mucho el estudio del hombre primitivo. Una de las preguntas que más me han hecho en estos años es: “¿Qué diferencia hay entre el hombre y el mono?”.
Los paleontólogos, es decir los estudiosos de los hombres primitivos, dicen que el hombre tiene dos grandes características que lo diferencian de los animales.
Primero que nada, el culto que dan a los muertos, es decir, el cuidado especial que han tenido los hombres por sus parientes y amigos difuntos. Desde siempre y en todo lugar, al lado de las tumbas encontramos objetos que los familiares o amigos han dejado: flores, armas, objetos de uso cotidiano, vasijas para la comida, etc.
Los animales en cambio no sepultan sus cadáveres. Solo poquísimos animales, cuando sienten que les está llegando la hora de la muerte, van a morir a algún lugar particular. Pero no existen animales que entierren otros animales, no existen por ejemplo perros que entierren otros perros.
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Solo el hombre sepulta a los muertos: ningún animal lo hace. Muchos paleontólogos reconocen que en el origen del hombre hay un gran salto que lo diferencia del australopiteco. Cuando aparece el hombre, aparece también la sepultura.
Pág. 10
La segunda gran diferencia es que el hombre dibuja. Se han encontrado muchísimas grutas con verdaderos frescos con colores e imágenes lindísimas que expresan la inteligencia infinitamente superior a la más grande inteligencia animal.
Los primeros hombres sepultaban, dibujaban, cantaban, lloraban… igual que nosotros.
Pág. 13
Todo esto nos dice que el eslabón que separa el último animal del primer hombre no es un eslabón pequeño, sino uno grande y pesado, como aquéllos de los barcos que encontramos en los puertos y que hacen que los barcos se queden en su sitio.
Pág. 14
Queridos Padres
Yo también soy un sacerdote de Roma. Me llamo Andrés. Me gusta buscar testimonios que demuestren la verdad del Evangelio y de cómo la historia de la humanidad ha sido transformada por el nacimiento de Jesús.
Desde ya les quiero decir que hablar con ustedes y con sus hijos sobre el hombre y su relación con Dios es importantísimo para mí. Es lindo aprender un nuevo idioma y practicar un deporte, así como conocer una ciencia determinada. Pero también existe la educación del corazón, que no se trata de un ámbito particular sino de la misma vida entendida en su integridad. Al ser humano no le basta un fragmento de la vida, un sábado por la noche, un verano, un determinado trabajo. Hablar de la fe quiere decir hablar de nuestra vida: ¿cuál es nuestra misión en el mundo?, ¿qué queda de aquello que hacemos?, ¿qué cosa merece nuestra atención?, ¿estamos solos en el universo o existe un Dios que ama al hombre?
Quizás algunos amigos les hayan dicho que no es bueno hablar de Dios públicamente, que no está bien hablar de Dios a los niños. Sin embargo, yo estoy convencido que no se puede no hablar. Nos basta ver la belleza de un niño que nace o ver una profunda injusticia para que surja en nosotros la exigencia de hablar de Dios. Es grave ser superficiales cuando se habla de Dios. Si sus hijos supieran todos los idiomas del mundo, pero si no tuvieran fe ni caridad, sus vidas serían muy distintas. Por esto existe la catequesis.
Si sus hijos supieran todos los idiomas del mundo y conocieran todos los descubrimientos científicos, pero si no tuvieran fe ni caridad, sus vidas serían muy distintas.
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Vicent van Gogh, “Los primeros pasos”, cuadro del 1890. Su último año de vida pero también año en que recibe la noticia tan esperada del nacimiento de un sobrino. De joven Van Gogh fue un predicador cristiano y se conserva una homilía suya.
Pág. 16
El hombre es la única creatura en el mundo que se pregunta y siempre se preguntará sobre Dios. En las sepulturas más antiguas conocidas -se cree sean las de Qafzeh en Israel, de 90,000 años antes de Cristo, pero se podrían añadir otros descubrimientos más adelante- encontramos vestigios de alimentos y utensilios muy cerca de los esqueletos, signo que sepultaban a las personas amadas junto con objetos que pensaban podrían servirles en el más allá.
En Italia se encuentra una sepultura muy conmovedora llamada “Los amantes de Valdaro”, cerca de Mantova, de aproximadamente 6,000 años antes de Cristo. Un varón y una mujer han sido sepultados abrazados. Podemos imaginar que murieron juntos y que sus parientes hayan deseado para ellos un amor eterno, así como nosotros lo deseamos para nuestros hijos. Ustedes conocen también las pirámides y tantos monumentos similares. Siempre y en todos lados el hombre se ha preguntado si el amor puede vencer a la muerte, una cuestión que ningún animal ha ni siquiera soñado en preguntarse.
Siempre y en todos lados el hombre se ha preguntado si el amor puede vencer a la muerte.
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Sepultura prehistórica llamada “Los amantes de Valdaro”, cerca de Mantova, 6,000 A.C.
Pág. 17
Les aconsejo buscar en internet la página web de las grutas de Lascaux en Francia y realizar con sus hijos un viaje virtual por esas grutas. Podrán ver cómo los hombres primitivos representaban los animales y cómo se autorepresentaban, ya que buscaban dar un significado a la vida, al tiempo que pasa, a la caza, al amor, a las alegrías y al dolor. No es el animal que es similar al hombre primitivo. Es el hombre primitivo que es similar a nosotros: una mujer de la prehistoria amaba o se aburría, se desesperaba o buscaba en Dios un sentido a la vida, igual como lo hacemos nosotros.
Quisiera aconsejarles que recojan en una caja todas las preguntas que los niños tengan en el corazón. Si los dejamos libres para expresarse, nos daremos cuenta que tienen preguntas tan sorprendentes que despiertan incluso las nuestras. Los niños tienen grandes preguntas. Muchas veces las podemos acallar cuando los tratamos en modo demasiado infantil.
La catequesis no es para ellos una imposición sino el lugar donde emanan las preguntas más importantes. Preguntas que tienen también los hijos de padres ateos. No tener con quién hablar de Dios empobrece la vida de un niño.
No es el animal el que se parece al hombre primitivo. Es el hombre primitivo quien se parece a nosotros.
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Las pinturas en las grutas de Lascaux, en Francia, de hace 17,500 años aproximadamente.
Sofia Cavalletti, experta en catequesis, ha escrito que a los niños “lo limitado no les atrae, es lo inmenso, el misterio, lo que los atrae”.
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Algunas de las preguntas de los niños que han recogido Padre Andrés y Padre Mauricio.
Pág. 19
¿Por qué existe el universo?
Pág. 20
Queridos Niños,
Cuanto más los voy conociendo, tanto más me voy dando cuenta de cuántas cosas van aprendiendo en el colegio. Cuando estudian historia, van viendo cuáles eran las costumbres y los usos que tenían los pueblos antiguos.
Cada pueblo tiene sus propios poetas, sus cantos y sus danzas. En cada pueblo hay personas muy inteligentes que se preguntan sobre el funcionamiento de las cosas, que estudian el cielo, los vientos, las mareas y, sobre todo, cada pueblo tiene sus divinidades. Con todo esto nos damos cuenta que el hombre, desde su propia libertad, no puede no buscar respuestas.
El hombre se hace dos tipos de preguntas: no se pregunta solo cómo funcionan las cosas sino que se pregunta porqué existen las cosas y de dónde vienen. Nos interesa no solo entender cómo funciona el oído, el gusto o la vista, sino que deseamos comprender para qué hemos nacido.
Nos interesa saber cómo ha surgido el universo, pero también queremos saber para qué existe.
Pág. 22
Quisiera enseñarles una palabra importante, aunque difícil, para indicar precisamente este segundo tipo de preguntas: “metafísicas”. Es una palabra de origen griego que indica que las cosas van “más allá de la física”, “más allá de la ciencia”.
Al hombre no le basta conocer el porqué científico del nacimiento o de la muerte de alguna persona, sino que desea también saber un porqué más grande. ¿Por qué he nacido exactamente yo?, ¿por qué tengo este hermano y no uno diferente?, ¿por qué existe el mal?, ¿por qué existe la alegría?
A ustedes les gusta preguntarse siempre: “¿por qué?”. Si se dan cuenta, muchos de sus porqués son “metafísicos”, es decir, van “más allá” de la física: se refieren al bien y al mal, a la vida y a la muerte, a la alegría y a los miedos, no solo a las leyes científicas. También ustedes aman la ciencia y el conocimiento científico. Todos los porqués son importantes: no solo los que se refieren a la ciencia. Por este motivo todos somos un poco filósofos y no solo científicos.
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El hombre tiene sed de verdad. Se hace grandes preguntas, científicas y no científicas.
Pág. 24
El hombre no puede no ser a la vez científico y filósofo. La ciencia es hermosa y muy necesaria. La historia nos demuestra cómo los cristianos hemos amado siempre la ciencia. Incluso hoy muchos de los científicos son creyentes.
Ustedes niños saben muy bien que la teoría más aceptada para explicar cómo se inició el universo es la del Big Bang, pero poquísimos saben que el primero en haber hecho esta hipótesis fue un sacerdote jesuita que era también astrónomo. Se llamaba Georges Edouard Lemaître.
Lemaître sostenía que al inicio todo estaba concentrado en un punto y que de ahí se desarrolló el universo. Para burlarse de él, sus colegas científicos en medio de una transmisión radiofónica, dijeron que Lemaître había inventado la teoría del Big Bang –literalmente la “grande explosión”-.
Años más tarde los estudios confirmaron que Lemaître tenía razón.
En esta foto vemos a Lemaître vestido de sacerdote junto a Albert Einstein.
Este sacerdote no sentía ningún conflicto interior entre la investigación científica y el celebrar Misa, rezar o leer la Biblia.
Pág. 26
En la primavera del 2015 por primera vez una astronauta italiana, Samantha Cristoforetti, transcurrió algunos meses en la Estación Orbital Internacional (ISS).
Fue muy bueno ver cómo muchos de los científicos y astronautas rusos, americanos y de otras nacionalidades que estaban con ella, habían llevado consigo las imágenes sagradas de Jesús, de la Virgen María y de algunos Santos. Ellos también sentían, sin ninguna vergüenza, que si bien la ciencia debe responder a tantas preguntas importantes, como el porqué de las cosas, es más bien la fe la que explica el porqué de la vida.
La fe cristiana mira con aprecio la investigación científica, porque sabe que el hombre tiene sed de verdad. Pero también en el corazón del más grande científico existen preguntas muy profundas a las que la investigación científica no puede responder.
Pág. 28
Queridos Padres
Quiero mostrarles esta linda imagen para ayudarlos a comprender mejor aquello que el Padre Mauricio explica a los niños. En esta miniatura medieval Dios Creador está representado con un compás en la mano. El autor ha pensado en esta imagen para decirnos que Dios es el autor del universo: la energía y la materia no pueden nacer de la nada. Este antiguo diseñador ha querido poner un compás en la mano de Dios para hacernos entender que Él no ha creado las cosas directamente, así como son, sino que les ha dado la posibilidad de desarrollarse. El Creador ha dado leyes a la energía y a la materia. Por este motivo la Iglesia considera que estudiar la naturaleza y sus leyes no ha estado nunca en contra de la fe.
El antiguo diseñador ha representado a Dios Creador con un compás en la mano para hacernos entender que Él no ha creado las cosas directamente, sino que les ha dado la posibilidad de desarrollarse.
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Dios arquitecto del universo. Miniatura en pergamino. Austrian National Library.
Un gran filósofo, Santo Tomás de Aquino, ha afirmado con extrema simplicidad y sabiduría que las cosas tienen varias causas que actúan juntas. Pensemos, por ejemplo, a un niño, a un hijo suyo. Podemos decir que se ha desarrollado progresivamente en el vientre de ustedes, mamás, se ha nutrido a través del cordón umbilical. Podemos decir que su crecimiento ha seguido las reglas precisas del desarrollo. Pero no estaríamos diciendo toda la verdad si no dijéramos que ha crecido porque lo han amado. Sin amor no habría nacido, y sobre todo, sin amor no habría podido ser quien es ahora. Qué cosa es más cierta: ¿ese niño ha crecido porque existe una ley de desarrollo o porque ha sido amado? Es evidente que ambas cosas son importantes. Santo Tomás habría dicho que ese niño ha crecido sobre todo porque ha sido amado -él hubiera definido el amor como la “causa primera”-, pero también ha crecido porque durante el embarazo, ustedes mamás, han tenido cuidado de los alimentos que comían, alimentos útiles para el bebé que estaba todavía en el vientre, han evitado cosas que podrían haberle hecho daño, y luego, una vez nacido, lo han alimentado, protegido, cuidado. Santo Tomás habría llamado a estas leyes del crecimiento la “causa segunda”, también ellas necesarias junto con el amor.
Su hijo se ha desarrollado en el vientre progresivamente, nutriéndose a través del cordón umbilical y según las leyes precisas del desarrollo. Pero al mismo tiempo ha crecido porque lo han amado.
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Ecografía de una niña en el vientre de su madre.
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Es curioso ver cómo los libros con los que estudian sus hijos olvidan decir que Charles Darwin no era ateo. Al final de “El origen de la especie”, él escribe: “No veo ninguna razón porqué las opiniones expresadas en este volumen deban robar los sentimientos religiosos a algunos […]. Se puede tener una idea noble de Dios sea creyendo que Él haya creado alguna forma originaria capaz de autodesarrollarse en otras formas necesarias, que creyendo que Él haya recurrido a un nuevo acto de creación para llenar los vacíos”. Eran creyentes, incluso cristianos, Newton, Copérnico, Galilei, Mendel, Marconi, Volta, así como tantos otros científicos contemporáneos. La física Fabiola Gianotti, la primera mujer italiana designada en el 2014 para dirigir el CERN en Ginebra, ha declarado explícitamente que es creyente. Ha dicho en una entrevista: “Creo que la ciencia y la religión no se contradicen […]. Aquello que veo en la naturaleza, su simplicidad, su elegancia, me lleva a pensar en una mente inteligente ordenadora que está detrás, porque la naturaleza es hermosísima, así como las leyes fundamentales de la física son, desde el punto de vista estético, extremadamente hermosas, esenciales”.
La teoría de la evolución por selección natural no ha sido propuesta solo por Darwin sino contemporáneamente también por Alfred Russel Wallace. The Darwin-Wallace Paper, el documento conjunto en el cual los dos investigadores expresaban sus razones a favor de la selección natural fue publicado en 1858, pero como Darwin pertenecía a una familia de la burguesía a diferencia del otro investigador que era de origen humilde, Wallace terminó por ser olvidado. Fue solo con el monje agustino, Gregor Mendel, descubridor de la herencia genética en 1864, que la hipótesis de Darwin y Wallace pudo ser insertada en una visión más completa. El Cardenal John Henry Newman, inglés como estos dos naturalistas, escribió en 1868, comentando la tesis darwinista:“No me parece que haya lógica al decir que se niega la creación por el hecho que el Creador, millones de años atrás, haya impuesto leyes a la materia”.
Copérnico, Galilei, Newton, Mendel, Marconi, Volta eran cristianos, así como lo son también tantos científicos contemporáneos.
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Un retrato de Nicolás Copérnico delante del Crucifijo. El astrónomo católico, que propuso por primera vez el sistema heliocéntrico, dedicó al Papa Pablo III la obra De Revolutionibus Orbium Coelestium (“De las orbitas de los cuerpos celestes”)
Gregor Mendel, fundador de la genética, era un monje agustino. En 1864 con el descubrimiento de la herencia genética, ofreció una mayor comprensión a la teoría de la evolución de Darwin y Wallace (1858).
Pág. 31
¿Se puede conocer todo con la ciencia?
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Imagina que en este momento yo aparezca delante de ti y haga entrar en la habitación un equipo de científicos muy preparados que comienzan a examinarte de arriba abajo: la presión, análisis de sangre, el oído, la vista, la altura, el peso, encefalograma, electrocardiograma.
Al final de estos análisis sabré tu estado de salud, sabré si tu cabeza y tu corazón funcionan bien. Pero si tú decidieras no contarme aquello que tienes dentro, en la mente y en el corazón, me faltaría el conocimiento más importante: no podría saber quién eres, no podría saber el nombre de tu mejor amigo, no sabría cuál es tu color favorito, si eres feliz o si estás sufriendo, si hay algo que te preocupa, cuáles son tus juegos favoritos.
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La ciencia no puede hacernos conocer lo que hay en el corazón de un hombre ni en el de Dios. El corazón se conoce solo por revelación, como cuando un amigo confía en su amigo y le cuenta sus secretos.
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Les digo esto para que comprendamos que la ciencia es hermosa y totalmente positiva, pero no es capaz de darnos a conocer lo más importante del hombre. Cuántas veces ustedes me han preguntado: “¿Por qué existe el mal y no solo el bien?”. No es tarea de la ciencia responder a una pregunta como ésta. Pero las preguntas están y no podemos no hacérnoslas.
Los hombres de todos los tiempos han experimentado cuánto les gusta escuchar historias alrededor de una fogata, bailar juntos, cantar, escuchar música: cuántas cosas nos permiten conocer mejor quién es el hombre.
Conocer al hombre significa descubrir que no le es importante solo la ciencia, sino también el arte, la poseía, la matemática, la geografía, la historia, la filosofía.
Además, descubrimos que todos los pueblos tienen su religión y que en todas partes hay hombres sensibles a la presencia de Dios y que, como alpinistas, para poder obtener respuestas a su Misterio, suben hasta lo alto: es como si quisieran alzarse hasta poder “tocar las nubes” para conocer quién es Dios.
Este esfuerzo es noble y positivo.
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Un grande paleontólogo -estudioso del hombre primitivo-, Yves Coppens, ha dicho que el hombre ha nacido religioso: “Personalmente estoy convencido que no existe distancia entre la aparición del hombre y la aparición de su pensamiento religioso. Ambos son parte de una misma condición”.
Muchos grandes filósofos creían en cierto sentido en la existencia de Dios y eran religiosos: Por ejemplo, Platón, Sócrates y Aristóteles, eran creyentes.
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Tantos de nuestros porqués no se refieren a las cosas sino al bien y al mal, a la vida y a la muerte, a las alegrías y a los miedos.
Rafael Sanzio ha pintado a todos los filósofos antiguos en la Escuela de Atenas. Al centro vemos a Platón que indica el cielo y a Aristóteles que apunta con el dedo hacia la tierra.
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Queridos Padres
El camino escolástico de sus hijos es muy importante: la calidad de su estudio influye mucho en su crecimiento personal. Pero el estudio no es suficiente. Martin Luther King, el famoso pastor protestante que luchó por la igualdad entre negros y blancos en Estados Unidos, dijo una vez: “A pesar de los espectaculares progresos de la ciencia y de la tecnología, y a pesar de aquellos innumerables que vendrán, nos hace falta lo fundamental. Hay una especie de pobreza de espíritu, que está en evidente contradicción con la abundancia científica y tecnológica. Cuanto más ricos nos hemos convertido materialmente, más pobres nos hemos hecho moral y espiritualmente. Hemos aprendido a volar en el aire como pájaros y a nadar en el mar como peces, pero no hemos aprendido el simple arte de vivir juntos como hermanos”.
El término metafísica – que significa “aquello que está más allá de la física”- indica la reflexión sobre conocimientos que no son científicos pero que son necesarios para nuestra vida: aquellos sobre el bien y el mal, sobre la esperanza, sobre el amor, sobre Dios.
En una entrevista a Albert Einstein, quien tenía un fuerte sentido del humor, responde a un periodista que le preguntaba sobre cómo así había descubierto el átomo pero no los medios para controlarlo: “Es simple, querido amigo, porque la política es más difícil que la física”. Difícil, pero necesaria, porque la ciencia no lo es todo.
Que la ciencia, aunque importantísima, no sea suficiente, aparece evidente en la contradicción entre la abundancia tecnológica y la pobreza del corazón en la cual vive el hombre.
Martin Luther King, pastor protestante, predicó el Evangelio y luchó de modo no violento por la abolición de cualquier discriminación étnica.
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1966. Martin Luther King, junto con la cantante Joan Baez, acompaña un grupo de niños a su nueva escuela.
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El pensador francés Fabrice Hadjadj ha dicho: “El ser humano es un animal que se maravilla de existir. El clímax de la perfección para el mono está en la agilidad de pasar de una rama a otra o en la facilidad de conseguir un plátano. Nosotros los hombres, en cambio, experimentamos semejante maravilla frente al manto rayado de un tigre que nos olvidamos de protegernos contra sus rasguños. Algunos dicen que la afirmación del hombre en el curso de la evolución, se debería a su mayor capacidad de adaptación al mundo. Y sin embargo al mismo tiempo pareciera que el hombre es el gran desadaptado: en vez de vivir pacíficamente de acuerdo al instinto, busca un sentido, desea un más allá, busca el modo de penetrar en el secreto de este mundo, de beber de su fuente. Para que el hombre se eleve, necesita un cielo. Por cielo quiero decir esperanza. Los demás animales se generan por instinto. El hombre necesita razones para dar la vida”.
Cuando creemos no estar nunca contentos o cuando un hijo nuestro parece no contentarse con nada, no necesariamente es por una actitud engreída. El punto es que al ser humano no le basta el mundo entero: el hombre ha nacido para el infinito. Si lo encuentra, entonces sabrá también gozar de sus dones, pero si no encuentra el infinitivo, ninguna cosa le será suficiente. Pensemos por ejemplo a cuando en la noche vamos a dormir: a veces nos sentimos con ansia y creemos que para recobrar la tranquilidad debería suceder aquella cosa y también aquella otra. Después, cuando aquella cosa sucede, continuamos a experimentar ansia. Existen personas, sin embargo, que aun teniendo gravísimos problemas, son personas tranquilas porque saben que están en las manos de Dios.
Cuanto más el hombre ama el mundo, tanto más se pregunta por el sentido de las cosas.
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El protagonista del film Kes (1969), de Ken Loach, observando lleno de curiosidad su halcón.
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Queridos Niños,
Llegados a este punto, para representar con un solo dibujo todo lo que henos hablado hasta ahora, los invito a ver la pirámide que apunta hacia lo alto y que dentro tiene una “l” minúscula. La pirámide, puesta así hacia arriba, expresa bien el deseo de todos los hombres de todos los tiempos, el deseo de “buscar las nubes”, el deseo de responder a las grandes preguntas sobre el porqué de la vida.
En cambio, la “l” significa la “l” de “libertad”, libertad de quien quiere conocer a Dios.
A través de los siglos los hombres han expresado esta libertad de diversos modos; por ejemplo, a través del culto a los muertos, del arte, la poesía, la música, la filosofía, la ciencia y todas las religiones.
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¿Por qué Dios eligió un pueblo?
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Para poder conocerse se necesita querer contar lo que se tiene dentro. Si no hay este querer, entonces no podemos descubrir lo que hay en el corazón de las personas. Esto mismo vale para Dios. Si Él no tuviera deseos de darse a conocer, no podríamos saber aquello que piensa y ama.
Todas las religiones son como montañas más o menos altas. Tienen un cierto valor. Pero si Dios, desde su libertad, no hubiera deseado darse a conocer, no hubiéramos podido saber nada de Él, nada de su corazón ni de su rostro. En la cima de la montaña el cielo permanece inmenso.
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En la parroquia cuando hemos llegado a este punto, muchos de ustedes me han preguntado: “¿de qué manera Dios se ha dado a conocer?”
El método de Dios ha sido escoger un pueblo.
Dios no ha elegido el pueblo más fuerte desde el punto de vista militar, no ha escogido el pueblo más hábil desde el punto de vista artístico ni tampoco el pueblo con los filósofos más grandes. No ha elegido los sumerios, ni los egipcios, ni los babilónicos, ni los griegos ni los romanos.
Para darse a conocer Dios no ha elegido los pueblos ni más fuertes ni más grandes.
Pg. 46
Ha escogido más bien un pueblo pequeño y frágil, circundado de estas grandes y potentes naciones: el pueblo judío.
Dios dirigió por primera vez su Palabra a un solo hombre, ya anciano, que se llamaba Abraham. Le hizo una gran promesa: de él nacería un nuevo pueblo. A este pueblo Dios ha revelado sus misterios poco a poco.
Para darse a conocer Dios ha elegido un pueblo: el pueblo judío.
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Todos los pueblos tienen personas que escriben las leyes. Dios ha inspirado a los legisladores del pueblo de Israel y así Dios ha donado al mundo los diez mandamientos, junto con otras sabias leyes.
Cada pueblo tiene sus poetas. Los poetas del pueblo de Israel, inspirados por Dios, han compuesto los salmos.
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Cada pueblo tiene hombres particularmente religiosos. Los profetas del pueblo de Israel, inspirados por Dios, han compuesto sus libros.
Algunos de ustedes, en paseo escolar o con sus padres, habrán visto alguna gruta: una cosa que nos llama la atención de las grutas son las estalactitas y las estalagmitas que se han formado de gota en gota a lo largo de los siglos. ¡Un trabajo enorme!
Del mismo modo, libremente, Dios ha querido darse a conocer poco a poco a través de su pueblo, año tras año, siglo tras siglo.
Los libros del Antiguo Testamento son como maravillosas estalactitas y estalagmitas que nos cuentan los secretos de Dios.
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Las estalactitas y las estalagmitas se han formado de gota en gota a lo largo de los siglos. Los libros del Antiguo Testamento son como maravillosas estalactitas y estalagmitas que nos cuentan los secretos de Dios.
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Si bien los libros del Antiguo Testamento no son libros de ciencia, son verdaderos, porque nos cuentan la verdad de Dios y del hombre.
Les pongo un ejemplo. Si sus catequistas les leen la famosísima fábula del zorro y las uvas de Esopo, no les están leyendo una cosa científica. Los animales, por ejemplo, no hablan. Pero esto no quiere decir que esta historia no cuente verdadera y sinceramente una cosa que sucede todavía hoy: describe a modo de fábula un defecto verdadero y real de los hombres de todos los tiempos.
Las fábulas nos cuentan cosas verdaderas. Con mayor razón la Biblia, que no es una fábula, nos cuenta cosas totalmente verdaderas sobre Dios y sobre el hombre.
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Dios ha inspirado hombres de verdad que tenían el conocimiento científico de su tiempo. Dios no se ha preocupado de corregir los eventuales errores científicos o históricos de estas personas, pero los ha inspirado con fuerza cuando se trataba de los conocimientos más importantes sobre El, sobre el hombre y sobre la salvación de la humanidad.
Los hombres, descubriendo las leyes que rigen el mundo, habían ya comprendido que tenía que existir un Dios que los hubiera contemplado. Pero a este Dios lo podemos conocer solo porque ha decidido, desde su libertad, hablarnos como se habla con un amigo.
Pongamos unos ejemplos. Las poblaciones que circundaban el pueblo de Israel veían divinidades en los fenómenos de la naturaleza: el fuego era una divinidad, el mar era un dios, el sol se adoraba. Para el pueblo de Israel no era así. De una parte, estaba Dios creador, de otra su creación, buena y querida por Él.
Las poblaciones alrededor del pueblo de Israel intuían que a Dios hay que darle el máximo. Esto llevó a algunos pueblos a realizar sacrificios, incluso a sacrificar a sus propios niños.
El pueblo de Israel en cambio no hizo sacrificios humanos. Dios al darse a conocer, hizo comprender a su pueblo que no deseaba estos sacrificios por parte del hombre.
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Algunas religiones antiguas veían la divinidad en los animales y en los fenómenos de la naturaleza.
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Otras poblaciones, de acuerdo a su religión, creían que el espíritu era bueno pero el cuerpo malo. El pueblo de Israel no. Dios, poco a poco, hizo comprender a su pueblo que todo el hombre es positivo, tanto el alma como el cuerpo.
Algunos pueblos creían que ciertos animales eran sagrados. El pueblo de Israel en cambio no. El hombre debe cuidar a todos los animales y a todas las plantas, precisamente porque es superior a ellos, no está al nivel ni de los animales ni de las plantas.
Las palabras de la Biblia nunca se equivocan cuando nos hablan de nuestra salvación, de cómo ser felices, de cómo evitar los errores, de aquello que desea verdaderamente nuestro corazón.
Nunca se equivocan cuando nos enseñan cómo evitar el mal.
Nunca se equivocan cuando nos alientan a llevar pacientemente los dolores que no se pueden evitar y a descubrir que Dios está siempre de nuestra parte, incluso en el sufrimiento.
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Dios ha inspirado verdaderos hombres que tenían los conocimientos científicos de su época. No se ha preocupado en corregir eventuales errores científicos o históricos que pudieran tener y más bien los ha inspirado con fuerza cuando se trataba de los conocimientos más importantes sobre Él, sobre el hombre y sobre la salvación de la humanidad.
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Queridos Padres,
Dios ha querido libremente revelarse. Si bien el hombre lo ha buscado siempre, la revelación personal de Dios se inició cuando llamó a Abraham. Para ayudarlos a comprender este misterio, esta elección de Dios, puedo referirme a dos experiencias que hemos tenido todos. De una parte, la experiencia estética: fue increíble para mí la primera vez que escuché a Mozart. Me habían regalado algunas composiciones y al escucharlas me quedé en silencio, tocado y conmovido. No había nunca preguntado si esa música existía, y sin embargo, la estaba escuchando. Mozart la había escrito, desde su libertad, y ahora estaba tocando mí corazón.
La segunda experiencia es la del amor. La persona que amamos no es una construcción de nuestros deseos que poco a poco se materializan, sino que aparece al improviso: a veces podemos indicar con precisión el día en que la conocimos y que nos conquistó. Ese día teníamos otras preocupaciones y nunca nos hubiéramos imaginado que habríamos tenido un encuentro así de decisivo en nuestra vida. En verdad, podemos comprender el amor solo como un milagro, como algo que tenemos delante y podemos solo decir gracias.
Así como no podemos conocer una persona sin haberla visto y sin que nos cuente su vida, tampoco podemos hacerlo con Dios. San Pablo nos dice así: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1Cor 2,11). Así el hombre, en todas las culturas y en todos los tiempos, ha experimentado que es imposible conocer a Dios si Él no se revela y no habla.
Existe la libertad de Dios. Él debe descender a nosotros. Si Dios no se hubiera revelado, nuestra necesidad de conocer a Dios no hubiera podido cumplirse. Es locura pensar que todo dependa de nuestras preguntas y de nuestra búsqueda. Ha sido Dios quien libremente ha iniciado a revelarse a Abraham.
El hombre no puede llegar a Dios con sus propias fuerzas. Si Dios no se revelara nuestro deseo de conocerlo no se cumpliría.
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William Congdon, Navidad (1960). Congdon pintó este cuadro un año después de su conversión a la fe católica: una luz irrumpe de lo alto, Dios se revela en el Niño Jesús.
Pág. 57.
La fe cristiana, iluminada por San Agustín, ha comprendido que existe una diferencia entre el libre arbitrio y la libertad. Todas las personas tenemos libre arbitrio, es decir, la capacidad de decidir entre varias posibilidades. Pero la verdadera libertad depende del conocimiento de la verdad y de la belleza.
(METTEREI UN ALTRO ESEMPIO… DANTE NON FUNZIONA PER IL MONDO HISPANO PARLANTE)
Un muchacho es libre de estudiar cualquier materia, pero solo si tiene un profesor que sepa explicar Dante con pasión se enamorará de la literatura. Por esto en la educación de nuestros hijos no basta quedarnos solo en sus preguntas. Somos nosotros, adultos, los que debemos mostrarles la belleza de un paseo por la montaña o el campo o la inmensidad de un cielo lleno de estrellas en el silencio de la noche. Es cuando hayan descubierto esta belleza, gracias a nuestra ayuda, que nos pedirán repetir las experiencias.
Lo mismo ocurre con la fe: solo el encuentro con Dios nos hace plenamente libres para seguirlo. Platón y Aristóteles eran libres, pero no podían hacerse cristianos porque Jesús no había venido todavía al mundo. Por esto Jesús nos dice: “La verdad os hará libres” (Jn 8,32). No fue el encuentro con una verdad abstracta, hecha en escritorio, sino con el mismo amor de Dios. Los apóstoles se hicieron libres solo después de haber encontrado a Jesús. Antes no se hubieran siquiera imaginado que Dios podía venir en un modo tan cercano.
Somos nosotros, adultos, los que debemos mostrar a nuestros hijos la belleza de un paseo por la montaña o el campo o la inmensidad de un cielo lleno de estrellas en el silencio de la noche, o incluso la grandeza de Dante o la belleza de la fe.
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Domenico di Michelino, Dante y su poema, Catedral de Florencia (UN ALTRO???)
PAG. 58
Es un poco absurdo que algunos pretendan que todas las religiones sean iguales. Es más bien evidente que son distintas. Las religiones que sostienen que a las divinidades les gustan los sacrificios animales son bien diferentes a las religiones que llegan incluso a admitir sacrificios humanos – como las religiones precolombinas-.
Distinta es una religión que pide una serie de purificaciones rituales y la abstención de algunos alimentos a una religión que incentiva la guerra santa.
Distinta es una religión che invita a cada uno a seguir el propio sentimiento a una con leyes morales estrictas.
Es fácil darse cuenta que el hombre tiene tal necesidad de verdad acerca de Dios que siempre quiere entender qué es verdad y qué no es verdad sobre lo que se dice de Él.
Las religiones son distintas. Más bien, lo que es igual en todos los hombres es el sentido religioso. Las diferentes religiones lo comprueban, nos demuestran que la búsqueda de Dios es universal.
Personas de diferentes religiones pueden vivir en paz si están convencidas de la dignidad del hombre, si aceptan que si Dios ha dotado al hombre de libertad, puede entonces seguir su propia consciencia.
Personas de diferentes orientaciones pueden discutir libremente sobre Dios, sobre los ritos, sobre la revelación, sobre los libros sagrados, viviendo en paz y siendo amigos. Del mismo modo, hay personas que son amigas aunque tengan ideas políticas diferentes.
Dios quiere que los hombres usen la razón para buscar la verdad en la fe, y también quiere que todos se respeten y se amen, aun teniendo religiones distintas, y que se pongan al servicio de los más pobres.
Muchos afirman que las religiones son todas iguales. En cambio, son todas diferentes.
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El dios Mitra asesina al toro sagrado. Bajorrelieve del Museo de Lens en Francia (Siglo II DC)
Pág. 59
El fundamentalismo es la pretensión de amar a Dios sin amar a los hombres. Un fundamentalista puede estar dispuesto a depreciar a los demás al punto de matarlos en un acto terrorista suicida, pensando de hacerlo en nombre de Dios: piensa que precisamente la prueba de fidelidad a Dios esté en el odio que anida en su corazón. Ser violento, privar de la libertad a otro ser humano y asesinarlo son más bien una grandísima ofensa a Dios, la más grande de las blasfemias.
Dice el evangelista Juan: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1Jn 4,8). Y también: “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas” (1Jn 2,9). (CITAZIONE SBAGLIATA NELLA VERSIONE ITALIANA)
“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1Jn 4,8)
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Icono de los Santos mártires de Libia, pintado por Nikola Saric, que representa los 21 cristianos coptos (egipcios) decapitados por el Estado Islámico en el 2015. Cuando los asesinos han filmado la matanza, no se han dado cuenta que estos mártires pronunciaban el nombre de Jesús cuando morían: la Iglesia considera mártir solo a quien no odia y más bien pide por la salvación de su asesino.
Pág. 61
¿Por qué Dios no se ha dado a conocer todo de una sola vez?
Pág. 62
Hemos dicho que Dios, para darse a conocer, escogió un pueblo. Pero sería más preciso decir que Dios ha creado este pueblo, que lo ha hecho nacer. ¿Cómo así? Pues ha llamado a un hombre que ya no era joven y que se llamaba Abraham.
Abraham tenía su tierra, sus divinidades, su familia. Era un granjero. La primera palabra que Dios dirigió, fue a este hombre y era una promesa difícil de creer: Dios prometió a Abraham que de él nacería un pueblo más numeroso que las estrellas del cielo, más numeroso que los granos de arena del mar. Y si nos detenemos a pesar, queridos niños, esta promesa se ha cumplido plenamente: el día de hoy, tanto judíos como cristianos y musulmanes, millones de varones y mujeres, se reconocen como hijos de Abraham.
Para darse a conocer a todos, y convertirse en una buena noticia para todos los pueblos, Dios parte de este hombre, ya anciano. De él y de su esposa Sara, que ya no era tampoco joven, nace Isaac. Ésta es una característica muy precisa del modo que Dios tiene de actuar y que la vemos en todos los textos de la Biblia: Dios elige a una persona y a través de ella se revela a todos. Ya hemos visto que Dios elige un pueblo concreto para salvar a todos los demás, se da a conocer a un pueblo concreto para darse a conocer a todos los otros.
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Dios siempre elige uno para darse a conocer a todos los hombres: elige a Abraham y le promete que tendrá una descendencia más numerosa que las estrellas del cielo.
Pág. 64
Todo esto se inicia con Abraham: Dios comienza a partir de una promesa ilimitada, que traerá el bien a todos los hombres de todos los tiempos. La promesa de Dios no hará feliz solo a Abraham o a su familia o a su pueblo, sino que traerá el bien y será una “verdadera bendición” para todos los pueblos de la tierra.
De Abraham nace Isaac, de Isaac Jacob, de Jacob José y así sucesivamente. La Biblia nos narra las historias de estos hombres. Son narraciones muy hermosas.
Año tras año, siglo tras siglo, Dios sigue escogiendo al pueblo que ha creado a través de Abraham. Dios sigue haciendo el bien a su pueblo, Dios sigue liberando a su pueblo.
Dios había mostrado una tierra maravillosa a Abraham, prometiéndole que su hijo y los hijos de sus hijos la recibirían un día como regalo. Parecía imposible. Este pequeño pueblo, en un cierto momento, fue esclavizado en Egipto. Egipto era una nación potentísima, llena de hombres sabios -¡pensemos por ejemplo en los arquitectos que han proyectado las Pirámides que hasta hoy nos dejan con la boca abierta, pensemos en sus conocimientos médicos, gracias a los cuales han podido embalsamar las momias!-.
Pág. 66 - 67
Para liberar a su pueblo de la esclavitud que no terminaba, Dios eligió a otro hombre, un tartamudo, que se llamaba Moisés. Dios siempre llama. Y para que todos sepan que es Él quien actúa, llama a aquellas personas que los hombres nunca elegirían: un anciano como Abraham, un tartamudo como Moisés, un pastor jovencísimo como David, un pequeño pueblo de Israel de entre todos los grandes pueblos.
Es hermoso escuchar la historia de la liberación del pueblo de Israel de Egipto.
Pág. 68
Después de la liberación, Dios siguió llamando. Eligió hombres sensibles y religiosos y los envió. Son los profetas.
Dios envía a los profetas para hacer recordar sus promesas, para hacer recordar su fidelidad y hacer recordar al pueblo elegido, y que tanto amaba, su infidelidad.
Para tocar los corazones de los varones y mujeres del pueblo de Israel, Dios inspiró poetas. De este modo nacieron lindísimos versos capaces de describir todos los momentos de la vida del hombre. Estos versos son los salmos.
Los Salmos consuelan, fortalecen, corrigen, enseñan el camino, enseñan a rezar, enseñan a vivir el dolor, donando así al pueblo de Israel las palabras precisas para dirigirse a Dios en cada circunstancia.
Pág. 70
Queridos Padres
Quisiera aconsejarles que lean con sus hijos cada noche, antes de ir a dormir, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Este hermoso libro puede ayudarlos a responder mejor a una pregunta que todos tenemos dentro: ¿por qué Dios ha esperado tanto para revelarse?, ¿por qué eligió un camino tan largo como el del pueblo judío?
El Principito descubre la amistad en medio de una de las muchas aventuras que vive. Aprende que dos personas no se hacen amigas en un instante. Es así que nos cuenta el libro:
“Ven a jugar conmigo” – le propuso el principito. – “Estoy tan triste”...
“No puedo jugar contigo” – dijo el zorro. – “No estoy domesticado”.
“¡Ah! Perdón” – dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
“¿Qué significa "domesticar" ?”
“Es algo demasiado olvidado” – dijo el zorro. – “Significa "crear lazos”...”.
“¿Qué hay que hacer?” – dijo el principito.
“Hay que ser muy paciente” – respondió el zorro. – “Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...”.
Podríamos decir que la Encarnación es finalmente el momento en que Dios se ha sentado al lado del hombre, como el zorro y el Principito que se han “domesticado” para poder sentarse uno al lado del otro. Dios ha ido preparando poco a poco al hombre para su venida. La alianza con Abraham, Isaac y Jacob, así como la de Moisés y todos los otros momentos de la historia del pueblo elegido, han sido las etapas a través de las cuales Dios se ha ido acercando al hombre.
Pág. 71
La Iglesia ama al pueblo judío. De él recibió la fe en la creación del universo por Dios. De él recibió los 10 mandamientos. De él ha recibido el testimonio de la paciencia que Dios ha tenido en revelarse paso a paso.
Incluso el pedido de perdón por aquellos cristianos que han hecho algún mal al pueblo judío es un acto de amor.
La Iglesia ama al pueblo judío porque Dios sigue amando a Israel. San Paolo dice que los dones de Dios son irrevocables (cfr. Rom 11,29). Así como un padre no puede dejar de amar a sus hijos, del mismo modo Dios amará a Israel por siempre.
La Iglesia ama al pueblo judío porque Dios ha amado y sigue amando hoy a Israel.
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Judíos en el Muro de los Lamentos en Jerusalén por la Bar Mitzvah de un jovencito (celebración por la mayoría de edad religiosa).
Pág. 72
El plan de Dios es único. El Antiguo y el Nuevo Testamento no son dos realidades opuestas precisamente porque es Dios quien guía la historia de la salvación desde el inicio hasta el fin. Es verdad que en los primeros siglos hubo algunos -llamados marcionitas- que insinuaban que el Dios del Antiguo Testamento no era el mismo del Nuevo. Sin embargo, Jesús ha insistido en el hecho que todo lo que ha sucedido en la historia de la salvación es obra de su Padre.
Incluso hoy en día, aquellos que estudian la Biblia aprenden hebreo y leen a los maestros judíos para que los ayuden a descubrir todos los matices de la verdadera historia de Dios con su pueblo. El Islamismo, que también tiene entre sus profetas a Abraham y a Moisés, considera que el Antiguo Testamento ha sido falsificado por los judíos y no invita a sus fieles ni a leerlo ni a estudiarlo; por otro lado, considera que también el Nuevo Testamento ha sido falsificado por los cristianos y, si bien ve a Jesús como enviado de Dios, tampoco invita a la lectura de los evangelios para crecer en su conocimiento.
En cambio, Jesús dice que no debemos borrar ni una sola letra -literalmente “ni una jota ni una tilde” (Mt 5,18), es decir ni el signo más pequeño de la lengua judía-, de la historia entre Dios y los hombres.
La Biblia, si bien compuesta por 73 libros, es un único libro: Dios mismo ha inspirado el Antiguo y el Nuevo Testamento para que se iluminen el uno al otro.
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El Código Vaticano es el manuscrito más antiguo que recoge toda la Biblia en un único volumen. Es del siglo IV. La comparación con los papiros anteriores más fragmentados muestra que el texto del código del Vaticano es absolutamente confiable: considérese que entre el primer texto desaparecido de la Ilíada y la Odisea y el manuscrito más antiguo de los poemas homéricos que existen hoy, pasan 1,900 años. Del Evangelio de Lucas y Juan, tenemos manuscritos de solo 100 años después de su redacción.
Pág. 73
¿Por qué Dios eligió a Israel? ¿Acaso porque era el pueblo más poderoso de su tiempo? ¿O porque era el más inteligente de entre toda la gente? ¿Quizás porque tenía los mejores filósofos y poetas? No. Dios eligió a Israel, que era el más pequeño e insignificante, solo por amor. La verdadera grandeza del pueblo judío está precisamente en haber acogido la revelación de Dios y en haberla atesorado. Su pequeñez nos ayuda a tener la recta mirada sobre nuestra vida, pequeña, pero llamada y amada por Dios.
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Dios eligió a Israel, que era pequeño e insignificante, por Amor. En este mapa del Cercano Oriente Antiguo se ve claramente cuán pequeño era Israel delante de las grandes potencias de la época, como los egipcios, los asirio-babilónicos y los hititas.
Jesús, para hablarnos de su amor por nosotros, ha usado el lenguaje de la amistad, que es la relación profunda que se establece entre pares, no de superior a súbdito. Él ha dicho: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mí Padre, os las he dado a conocer” (Jn 15,5). No se deben trivializar estas palabras, como a veces puede suceder: no se trata de una relación de camaradería que se vive superficialmente entre compañeros de clase, sino que estamos delante de la amistad que comparte el propio secreto, el propio corazón, aquella amistad que es un tesoro precioso: esta amistad -y ésta es la novedad inconcebible antes de Cristo-, es ahora posible entre Dios y el hombre porque Jesús nos ha hecho conocer los secretos de Su Padre.
“Os he llamado amigos” (Jn 15,15): No se deben trivializar estas palabras, como a veces puede suceder.
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Giotto, La Última Cena, Capilla de los Scrovegni (1303-1305), Padua. San Juan Evangelista, el amigo que Jesús amaba, recuesta su cabeza en el pecho del Señor porque Jesús quiere revelarle su corazón.
Pág. 75
¿Por qué Jesús ha debido venir entre nosotros?
Pág. 76
Niños,
Jesús es hijo del pueblo de Israel: María y José eran judíos, los abuelos de Jesús eran judíos, así como sus primos y primas. No se puede comprender a Jesús sin conocer la historia del pueblo de Israel.
Jesús conocía las historias de la Biblia. Junto a sus padres rezaba con los salmos, escuchaba las historias de la vida de los profetas. Con sus padres iba a la Sinagoga y varias veces fue en peregrinación a Jerusalén.
Pero alrededor a los treinta años Jesús comenzó a decir una cosa increíble: que no había venido a abolir los libros del Antiguo Testamento (la ley, los profetas, los Salmos). No. Jesús dijo que había venido a perfeccionar, a darles cumplimiento.
Si desean, con sus catequistas, pueden leer en el Evangelio las palabras precisas de Jesús (Mt 5,17-18)
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José y María llevaron al Niño al Templo de Jerusalén.
Giotto, Presentación de Jesús en el Templo, Capilla de los Scrovegni (1303-1305), Padua.
Pág. 78
Con estas palabras podemos comprender que la aspiración del pueblo de Israel de haber sido elegido por Dios de entre todos los otros pueblos para dar a conocer el verdadero rostro del Señor a los demás hombres, para Jesús es una aspiración correcta. Leer el libro de la Génesis, la historia de Moisés, la vida de los profetas, las poesías de los Salmos, no es solo hermoso para Jesús, sino que es también necesario para conocer verdaderamente el pensamiento de Dios. Pero todo esto no es suficiente.
Precisamente, Jesús añade a la aspiración del pueblo de Israel, su propia aspiración: dice que Él, en persona, ha venido a cumplir, a perfeccionar el Antiguo Testamento. Y Jesús acompaña estas palabras con acciones milagrosas: cura, libera del mal, multiplica el pan.
Los pertenecientes al pueblo de Israel que lo escuchaban, comprendieron esta aspiración y fue precisamente por esta aspiración que lo condenaron a muerte. Un día, de hecho, le dijeron: “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn 10,33).
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Jesús añade a la aspiración del pueblo de Israel su propia aspiración, la de haber venido a cumplir el Antiguo Testamento.
Pág. 80
Antes de Jesús ningún hombre religioso había pretendido ser Dios: los grandes fundadores de otras religiones se sentían todos pequeños y pecadores delante de Dios. En cambio, Jesús es el único que habla a Dios Padre como de par a par, el único que dice conocer los secretos de Dios, el único que cuenta de su relación con Dios desde antes de la creación del mundo.
En cuanto a esta pretensión, tenemos que ser sinceros. Las posibilidades son dos: Jesús podía decir aquello que ha dicho y por lo tanto es verdaderamente Dios, Hijo de Dios, o nos encontramos delante de un pobre loco, de un hombre enfermo de megalomanía. Les apuesto niños, que dentro de algunos años encontraran a alguien que les dirá que Jesús no es Dios, que ha sido solo un hombre sabio, muy bueno, ¡incluso un genio! Ustedes, con tranquilidad, podrán responder que un hombre que dice las cosas que ha dicho Jesús, o es Dios o simplemente un pobre enfermo que da lástima.
Si las palabras y la vida de Jesús nos permiten conocer el misterio de Dios, entonces, ustedes niños, pueden darse cuenta de cuán importantes son estas palabras.
Pág. 82
Si queremos conocer la vida y las palabras de Jesús, debemos leer los Evangelios. Los Evangelios son cuatro: el Evangelio de Mateo, el Evangelio de Marcos, el Evangelio de Lucas y el Evangelio de Juan.
No conocer los Evangelios significa no conocer a Jesucristo.
Hubo un momento en que a los discípulos se les cayó el mundo: la condena a muerte y la muerte en la Cruz parecían hacer desaparecer las palabras y promesas de Jesús. Parecía que Jesús no hubiera dicho la verdad. Todos escaparon llenos de miedo. Incluso el jefe de los apóstoles, Pedro, dijo a una muchacha, que jamás había conocido a Jesús. Algunos meses después, estos mismos hombres, estaban listos para entregar sus propias vidas por anunciar que Jesús era verdaderamente Dios, Hijo de Dios.
¿Qué había pasado? ¿Cómo así este cambio? Los Evangelios describen los encuentros que los discípulos tuvieron con Cristo Resucitado. Fueron precisamente estos momentos, repetidos durante muchos días, los que también ocurrieron ante cientos de discípulos, los que quitaron el miedo de los corazones de estos hombres.
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Jesús siempre mira al Padre. En este crucifijo se dirige a Él desde la cruz, con gran ternura.
Pág. 84
Jesús, verdadero Hombre y verdadero Dios, es el único que ha vencido a la muerte y ha regresado a los suyos mostrándose vivo. Jesús no regresó a la vida que tenía antes: ha ido más allá, ha entrado en una vida con “V” mayúscula.
Para comprenderlo, niños, intentemos imaginar una secoya gigante: son árboles que tienen miles de años, miden más 80 metros, más altos que un edificio de 30 pisos. Pesan toneladas. Y, sin embargo, un día han sido solo una semilla que se podía contener en la mano. ¿Cómo se puede creer que ese árbol gigantesco ha sido una cosa tan pequeña?
Del mismo modo nos es difícil creer cómo el cuerpo de Jesús Resucitado, siendo el suyo, teniendo los signos de la muerte en Cruz, es un cuerpo con características nuevas: ha entrado en una Grandeza, una Fuerza, una Plenitud de vida difícil de creer.
El encuentro de los discípulos con Jesús Resucitado después de su muerte es el hecho histórico más importante de toda la historia de la humanidad, junto con su nacimiento.
Pág. 85
Fue el evangelista Lucas quien pidió a María que le cuente con precisión cómo fue el nacimiento de Jesús. Por lo tanto, podemos decir, que en el Evangelio de Lucas es la misma María que nos cuenta cómo Dios se hizo carne y entró en la historia.
Pág. 86
Queridos Padres,
Una de las preguntas que por lo general los niños tienen en el corazón, es ésta: “¿Por qué Jesús tenía que venir entre nosotros?”. Se preguntan porqué ha sido necesario. Yo daría esta respuesta: Dado que al hombre con sus propias fuerzas le era imposible conocer a Dios, Él ha querido revelarse. Él ha querido que lo conozcamos y lo amemos. Por esto ha enviado a su Hijo.
Jesús, el Hijo de Dios hecho carne, es ante todo el mediador de la revelación - San Pablo lo llama precisamente “mediador” -. Jesús es el intérprete de Dios - San Juan lo llama el “intérprete”, el “exegeta” de Dios, es decir, aquel que nos muestra a Dios -.
Antes de la venida de Jesús ninguno había comprendido que Dios amaba tanto al hombre como para tomar sobre sí los pecados de la humanidad, para llevar sobre la cruz mis propios pecados. Santa Teresa de Ávila, una gran santa española del siglo XVI, nos dice sobre esto: “He visto claramente que debemos pasar por la puerta de la santísima humanidad de Cristo si deseamos que el Sumo Dios nos muestre sus grandes secretos. No se necesita buscar otro camino porque por esta vía estamos seguros”.
Algunos pretenden que un conocimiento inmediato, es decir sin mediación, sea más auténtico: la inmediatez, el rechazo de cualquier mediación, caracteriza nuestro tiempo. En cambio, lo que es inmediato es fácil que sea falso. A través de los siglos, tantos se han hecho una idea de Dios basándose en la inmediatez de sus pensamientos, pero han solo creado ídolos. A través de Jesús, en cambio, caen las falsas imágenes de Dios y comprendemos con absoluta claridad que Dios es Amor.
Antes que Jesús viniera al mundo, ninguno había comprendido que Dios nos ama tanto como para tomar sobre sí nuestros pecados.
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La adúltera levantada y perdonada por Jesús mientras querían lapidarla, del film The Passion (2004) de Mel Gibson.
Pág. 87
Jesús no es solo el mediador. Algunas religiones comparten con nosotros, cristianos, la conciencia que sin un mediador no se puede conocer a Dios - ¡y esto es muy bueno! -, porque Dios es infinito. Por ejemplo, para el Islamismo, ninguno hubiera podido conocer el Corán sin Mahoma. Sin embargo, Mahoma es solo el mediador de la revelación, porque solo el Corán representa la plenitud de la revelación de Dios.
Con Jesús es diferente. Él es el mediador, pero no nos invita a buscar en otro lugar la Palabra de Dios porque su amor es el mismo amor del Padre: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Cuando lo vemos morir en la cruz por nuestros pecados, no decimos “el hombre Jesús es amor” sino “Dios es amor”. Jesús es el mediador de la revelación y también plenitud de la revelación misma.
Ésta es la novedad del cristianismo. No creemos en un Dios que simplemente nos revela sus mandamientos a través de un libro sagrado. Creemos que el infinito ha venido entre nosotros. Creemos en un Dios que ha venido entre nosotros porque nos ha querido como amigos y no como siervos.
Ésta es la novedad del cristianismo: el mismo Dios ha venido entre nosotros y su rostro es el de Jesucristo.
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El rostro de Cristo Pantocrátor, es decir, que “todo gobierna y bendice”, en la Catedral de Cefalú (siglo XII). Entrando se ve el Cristo que nos ilumina con su rostro.
Crucifijo de Carles Mani i Roig (1906), hecho por pedido de Antoni Gaudí para la capilla de Casa Battló en Barcelona.
Pg. 88
Si los niños les preguntan: “¿Por qué Jesús no ha escrito nada como otros grandes profetas de la historia?”, pueden decirles tranquilamente: “Jesús no ha escrito nada no porque no supiera escribir. Conocía, de hecho, no solo el hebreo y el arameo, sino también probablemente el griego -el griego en esa época era conocido como lo es ahora el inglés, tanto así que algunos apóstoles tenían un nombre griego, como Andrés-.
Jesús no ha escrito nada porque es Él mismo la Palabra de Dios. Y si les preguntan: “¿Qué es la Palabra de Dios?”, pueden responder: “La Palabra de Dios es Jesús. La Palabra de Dios no es un libro, sino Jesús mismo, su Persona. Por eso somos cristianos”.
Precisamente ésta es la novedad del cristianismo. En el cristianismo también el Libro Sagrado es importante, pero la novedad está en que hay algo que es mucho más importante: la presencia de Jesús en medio de nosotros.
El Papa Francisco refiriéndose a Jesús ha dicho: “La Palabra de Dios precede y supera la Biblia”. Esta expresión nos ayuda a comprender incluso mejor que: su Palabra, su Hijo a través del cual nos quería hablar, está antes que la Biblia y la Biblia ha sido escrita para llevarnos a Jesús. Pero Jesús supera incluso la Biblia. Es decir, es mucho más grande que la Biblia. La Biblia es solo un Libro, aun cuando cada palabra ha sido inspirada por Dios. Jesús es la Palabra misma.
En otras religiones se envía una persona para que nos pueda llegar un libro de parte de Dios. En el cristianismo, en cambio, se escribe la Biblia para preparar los corazones para acoger la persona de Jesús. Por esto es que una ancianita analfabeta puede ser más cristiana que un estudioso que conoce la Biblia de memoria.
Jesús nos revela a Dios mejor que cualquier Libro porque solo Él conoce al Padre, porque solo Él es Hijo. Así nos dice Él mismo: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mt 11,27).
¿Qué es la Palabra de Dios? La Palabra de Dios es Jesús, la Palabra de Dios no es un libro, sino Su persona. Por eso somos cristianos.
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Pinturicchio, Capilla Baglioni (1501), Santa María Mayor, Spello. Todos los libros que hablan de Dios caen al piso porque en Jesús -en el Templo a los doce años- hay mucha más sabiduría que en todos los escritos del mundo: Él es la Palabra de Dios plena y definitiva.
Pág. 89
La fe cristiana es verdadera. Y todavía no desprecia a nadie, más bien ama a todos. ¿Cómo es posible? Porque Dios se ha revelado en el Niño Jesús en el pesebre de Belén. Porque Dios se ha revelado en el Cristo crucificado que abrazó al mundo entero desde la cruz perdonando los pecados. El nacimiento y la muerte en cruz son verdaderas. Es allí donde Dios se ha revelado plenamente como Aquél que es Amor. Pero la verdad más profunda de Dios -se podría decir- es que no atemoriza a nadie, sino que más bien nos viene el deseo de ser abrazados por ese Niño y por el Crucificado Resucitado. Si incluso alguno no quisiera ser abrazado por el verdadero Dios que es Amor, Jesús, desde el pesebre y desde la cruz, seguirá amando a quien lo rechaza y seguirá invitando a los suyos a hacer lo mismo.
La fe cristiana no es intolerante precisamente porque es verdadera fe: es la fe en Dios que es Amor y misericordia. Jesús nos pide amar a los demás no poniendo de lado la fe, precisamente porque es así que lo desea Su Padre. De otro lado, justamente porque hemos acogido la plena revelación de Dios que es Amor, podemos reconocer Su voz cada vez que escuchamos en otra religión resonar la invitación a no odiar sino a servir a cada hombre, a perdonar a los pecadores y a amar a los enemigos.
La verdad de la fe no atemoriza a nadie, porque es la verdad del Nino Jesús che se ha hecho carne por amor.
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La luz ilumina la gruta de Belén en una imagen del film Nativity (2006) de Catherine Hardwicke.
Pág. 90
Queridos niños,
Al dibujo anterior le añadiremos una pirámide, pero con la punta hacia abajo y dentro de ella pondremos la letra “L” mayúscula. En estas últimas páginas hemos explicado cómo no existe solo la libertad del hombre que desea conocer a Dios sino también la libertad de Dios que desea darse a conocer al hombre, y la representamos con esta “L” mayúscula al centro de la pirámide hacia abajo.
Dios se da a conocer poco a poco a través del pueblo de Israel. Hemos visto que para poder conocer a este pueblo, debemos leer el Antiguo Testamento.
Dios no nos ha dado solo libros, sino que se nos ha dado Él mismo. Jesús revela plenamente el misterio de Dios. Para poder conocer a Jesús necesitamos conocer los Evangelios.
Pág. 93
Pero en resumen, ¿este Dios es uno o son tres?
Pág. 94
Queridos niños,
Ha llegado la hora de responder a la pregunta más grande de todas. Para responder a esta pregunta se han escrito tantos libros que ni quisiera un estadio de fútbol los podría contener a todos.
Si sumáramos todas las horas que millones y millones de personas han pasado en oración para responder a esta pregunta, llegaríamos a un número inmenso de siglos. La pregunta es ésta: ¿Quién es Dios?
Jesús dice que es el Hijo de Dios.
Jesús, cuando habla con Dios, lo llama Padre.
Cuenta una parábola sobre el corazón misericordioso del Padre.
Para dirigirse a Él usa una expresión muy tierna en la lengua aramea: Abbà.
Incluso en el momento de mayor dolor, Jesús sabe que el Padre está siempre con Él y sigue pidiéndole ayuda y sigue dirigiéndose a Él.
Jesús dice que solo Él, el Hijo, conoce verdaderamente a Dios Padre.
Pero Jesús no habla solo del Hijo y del Padre. Habla también del Espíritu Santo. Habla de Él como de una persona. Jesús no se refiere a Él como a una energía, una fuerza o una cosa: lo llama el Consolador.
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En Dios está el Padre, el amante.
Está el Hijo, el amado.
Está el Espíritu Santo, el amor entre el Padre y el Hijo.
Pág. 96
Jesús habla de sí mismo como del Hijo.
Un Hijo amado del Padre y que ama al Padre.
Un Hijo que mira siempre al Padre.
Un Hijo que nos habla no solo del Padre sino también del Espíritu Santo, el Consolador.
Si Jesús no es un megalómano y es verdaderamente el Hijo de Dios, a la pregunta “¿quién es Dios?” los cristianos podemos responder de una sola manera: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¿Cómo podemos comprender mejor todo esto? Juan, el Evangelista, nos dice: “Dios es Amor”.
Hay uno que ama y éste es el Padre.
Hay uno que es amado y éste es el Hijo.
Hay un amor del Padre por el Hijo y del Hijo por el Padre y éste es el Espíritu Santo.
Decir que Dios es Amor quiere decir que hay un amante, un amado y amor entre ambos: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Justamente, cuando Jesús manda a los suyos a bautizar a todos los pueblos de la tierra les pide hacerlo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
El nombre no es solo un soplo de la voz.
El nombre de Dios es Dios presente y que ama.
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El Padre está presente en el momento de la muerte de su Hijo, cerca de su dolor.
Pág. 98
Queridos Padres,
Muchos piensan que los dogmas de la Iglesia sean una cosa pasada de moda, anticuada. En cambio, es todo lo contrario: son las herejías las que son viejas.
Si alguno hoy sostiene que Jesús no es el Hijo de Dios, que Jesús es solo un hombre, solo una creatura, no hace más que repetir lo que ya dijo Arrio, un sacerdote de Alejandría de Egipto, en los inicios del siglo IV, es decir hace 1,700 años. Él sostenía que si Dios era solo uno, no podía existir un Hijo de Dios y Dios como Padre.
La Iglesia, en su sabiduría, respondió diciendo que si Dios no tenía un Hijo entonces no podía ser llamado Padre porque no había generado a nadie. Los Obispos de aquella época defendieron la fe totalmente nueva y emocionante del Evangelio: en la Encarnación, Dios ha venido realmente entre los hombres. Si Jesús no hubiera sido verdaderamente Dios, Hijo de Dios, entonces Dios no habría todavía visitado la tierra y estaríamos solos. El hombre no estaría aún salvado ni sería amado.
Solo el dogma de la Trinidad es realmente nuevo en la historia del mundo: nos anuncia que Dios, mandando a su Hijo, ha revolucionado el mundo. Ha llegado la esperanza para nosotros. La herejía que niega que Jesús es Dios, Hijo de Dios, hace que la humanidad regrese a tiempos precristianos, cuando Dios era un “misterio” incomprensible y el hombre estaba sin Dios y sin esperanza en este mundo.
Gilbert Keith Chesterton, un inglés que se convirtió al catolicismo, con gran sabiduría dijo que la Iglesia, con sus dogmas, “defiende a la humanidad de sus peores enemigos; qué antiguos monstruos, qué horribles devoradores son los viejos errores”.
“Todo lo que se condena en la tradición católica -la autoridad, el dogmatismo y la negación a transigir o modificar- son solo los atributos naturales de un hombre que lleva un mensaje relacionado a un hecho”: otra perla de Chesterton.
Si ante a aquél que me dice: “Tú no te llamas Andrés”, yo respondiese: “No, yo me llamo Andrés. Estoy seguro”, no sería dogmático. Más bien estaría defendiendo la realidad de la elección de mis padres que me llamaron Andrés: es un hecho. Asimismo, cuando la Iglesia dice simplemente que Jesús es el Hijo de Dios, no está siendo dogmática: está simplemente mostrando que la Navidad es una maravilla y que Dios ha venido a estar en medio de nosotros.
Si Dios no tuviera un Hijo, no sería Padre. El que niega que Jesús es Hijo de Dios, lleva a la humanidad nuevamente al paganismo, a cuando el hombre no sabía que Dios es Padre, que Dios es Amor.
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Salvador Dalì, Cristo de San Juan de la Cruz (1951), detalle.
En esta obra el pintor representa a Jesús visto desde el cielo por el Padre que lo ama.
Pág. 99
Algunos dicen que uno no se puede fiar de los Evangelios que hablan del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo porque en los libros apócrifos no se hace mención. Es interesante saber qué son los Evangelios apócrifos.
Apócrifo en griego quiere decir “escondido”. Entonces, ¿quién ha escondido los Evangelios apócrifos? Ciertamente no ha sido la Iglesia que en aquellos años, por explicar públicamente qué cosa era el cristianismo, era perseguida. Son más bien los mismos autores de los apócrifos que declaran de haberlos escondido.
Por ejemplo, el autor del Evangelio de Judas afirma de haber recibido en secreto algunos mensajes de parte de Jesús, así como el mandato del mismo Cristo de transmitir esas palabras secretamente. ¿Por qué el Evangelio de Judas, así como otros apócrifos, dice de haber guardado en secreto estas presuntas palabras de Jesús? Porque estos escritos han sido redactados mucho tiempo después de los cuatro Evangelios canónicos, cuando eran ya conocidos por todos. Se necesitaba una estratagema para poder convencer a las personas que esos nuevos “evangelios” tardíos eran antiguos. Entonces inventaron que habían estado escondidos para que se crea que habían sido escritos en los mismos años en que fueron escritos los cuatro Evangelios.
En todo caso incluso estos textos hablan del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Les aconsejo leerlos: descubrirán, casi inmediatamente, en su interior, las muchas extrañezas y las muchas frases absurdas que los apócrifos atribuyen a Jesús. Pero, sobre todo, los invito a leer con sus hijos el Evangelio dominical. Podrán así conocer a Jesús más cercanamente. No hay libro más importante en el mundo que los cuatro Evangelios.
Son los mismos autores de los evangelios apócrifos los que declaran de haberlos escondido por largo tiempo para hacer creer que los nuevos escritos “apócrifos” fueran tan antiguos como los cuatro Evangelios que eran ya conocidos por todos.
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Arriba: una página del Evangelio apócrifo de Judas (Códice Tchacos), compuesto en el siglo II, alrededor de 100 años después de los cuatro Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Pag. 100
El Papa Juan XXIII, hoy santo, decía que entre nosotros los cristianos “es mucho más fuerte lo que nos une que lo que nos divide”. Dice esto porque la fe en la Encarnación del Hijo de Dios une católicos, ortodoxos y protestantes. Somos cristianos porque creemos que Dios se ha hecho hombre y por lo tanto, creemos que Dios es Amor, que Dios es Trinidad y por eso creemos en el Bautismo. La sangre derramada por los mártires nos lo testimonia.
El Papa Francisco, con palabras muy fuertes, ha dicho: “sabemos que cuando los que odian a Jesús asesinan a un cristiano, antes de matarlo no le preguntan: ‘¿eres luterano, eres ortodoxo, eres evangélico, eres bautista, eres metodista?’. ¡Eres cristiano! Y por eso le cortan la cabeza. No se confunden. Saben que hay una raíz que da vida a todos y que se llama Jesucristo y que el Espíritu Santo nos lleva a la unidad. Los que odian a Jesucristo, guiados por el maligno, no se equivocan, sino que lo saben y por eso asesinan sin hacer preguntas”.
Somos cristianos porque creemos que Dios ha creado al hombre, porque creemos que Dios es Trinidad y porque creemos en el Bautismo.
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El histórico abrazo entre el Papa Francisco y el Patriarca Kirill de Moscù (Cuba, 12 de febrero de 2016).
Pag. 101
Queridos niños.
Agreguemos a nuestro diseño la representación de aquello que acabamos de decir.
Jesús nos dice que es el Hijo de Dios al mismo nivel del Padre. Precisamente, habla siempre del Padre. Pero no nos habla solo del Padre, nos promete el gran don del Espíritu Santo.
Si como hemos explicado, Jesús no es un megalómano, entonces Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
L l
Padre
Jesús Hijo Espíritu Santo
Verdadero Dio
Verdadero Hombre
Pág. 103
¿Por qué nos bautizamos?
Pág. 104
Si acogemos las palabras de Jesús, descubrimos que aquel Dios misterioso, que todos los hombres de todos los tiempos han buscado conocer, es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Queridos niños, llegados a este punto nos viene espontanea la pregunta: “¿Y nosotros?, ¿qué tenemos que ver con Dios?, ¿qué cosa cambia para nosotros?”.
Nosotros, los adultos, a veces les hacemos daño pensando, de manera equivocada, que porque son todavía pequeños, también sus dolores, miedos, soledad, son pequeños. Y no es así. También a ustedes les duele cuando desde su cuarto escuchan a mamá y a papá pelear o discutir, cuando sienten el miedo de la muerte, cuando un amigo los traiciona: ustedes sienten los mismos dolores de nosotros los adultos.
Pero si Jesús, como hemos dicho, no era un loco y sabía lo que decía, entonces Dios, que es Padre, ve todo esto. Un Padre que conoce cada uno de nuestros sufrimientos. Es verdad que a veces no nos quita el sufrimiento inmediatamente, pero la Palabra de Dios nos enseña que para Él todas nuestras lágrimas son preciosas. Dios las recoge, las cuenta: no caen al piso ni se pierden convirtiéndose en barro. Esto es posible, y de modo increíble, por nuestra unión con Cristo.
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Con el Bautismo nos hemos convertido en los sarmientos de la vid que es Jesús: no estamos nunca solos.
Pág. 106
Cuando Jesús explica la relación que tiene con nosotros, usa la imagen de un árbol, o más bien de una planta, una planta particular: la vid.
Jesús nos dice que con el Bautismo nos hemos convertido en sarmientos, o ramas, de esta vid.
Con el Bautismo Jesús nos une a Él de una manera viva. Así como una rama pertenece a un árbol, de la misma manera nosotros pertenecemos a Jesús. Nos hacemos hijos en Él que es Hijo. Así como por la planta pasa la savia, desde el tronco hasta la hojita más pequeña, de la misma manera, en nosotros que estamos unidos a Cristo, corre su mismo Espíritu.
No estamos nunca separados de Jesús, ni lejos de Él. No estamos nunca solos. Incluso en nuestro cuerpo estamos unidos a Jesús, el Hijo de Dios, y estamos inmersos dentro del misterio de Dios.
Cuando por la noche rezamos unidos a Jesús, desaparece todo temor. Desaparece el miedo al mal a nuestro alrededor. El miedo a la muerte. El miedo a crecer.
Unidos al Hijo estamos delante del Padre. Dentro de nosotros tenemos su mismo Espíritu que grita con amor: Abbá, que quiere decir ‘Padre querido’.
Pág. 108
Queridos niños, en estos años he conocido a algunos de ustedes que habían perdido a mamá o papá y obviamente sufrían mucho. Para ellos, el descubrir a través de la oración que Dios no es una luz, ni una fuerza, ni una entidad sin nombre, sino un Padre que ha “inventado” los papás y las mamás, les ha dado la seguridad de ser vistos con una ternura incluso más grande.
El hombre, unido a Cristo con el Bautismo, no es una creatura sumisa, alejada de un Dios misterioso, incomprensible, inalcanzable: el hombre es Hijo de un Padre que lo ama. Unidos a Jesús podemos amar al Padre gracias al Espíritu Santo.
Ésta es una verdad más alta que la montaña más elevada, más alta que el Everest. Pero al mismo tiempo es la verdad más cercana, la única capaz de consolar, tanto a nosotros adultos como a ustedes niños, en los momentos de temor y de soledad.
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Unidos a Cristo estamos unidos también a todos los bautizados. En la Iglesia no estamos solos.
Pág. 110
Queridos Padres
El Bautismo es el sacramento más grande: el bautizado está en comunión con Dios y se convierte en hijo del Padre para siempre. La vida es un gran “misterio”. Cuando le han dado la vida a su hijo han experimentado la alegría más grande de su vida. Inmediatamente se habrán dado cuenta que la vida es un “misterio”. ¿De dónde viene este niño? ¿Será feliz? ¿Qué será de él? ¿Vivirá para siempre o estará destinado a morir? ¿Sabrá amar?
Incluso hoy, que sus hijos han crecido, tienen seguramente todavía estas preguntas en el corazón.
Bien, el Bautismo nos dice que, si bien la vida se debe construir, ese niño es hijo de Dios. Aun si no sabemos todavía nada de su futuro, su vida está en las manos de Dios. Tiene una vocación y está llamado a la felicidad.
Recuerdo la primera vez que le pregunté a una mamá qué había sentido al ver a su hijo recién nacido. Ella me dijo: “Padre Andrés, en el instante que he visto nacer a mi hijo me he dicho: ‘no es posible que este niño venga solo de mí y de mi marido’ ”. Se daba cuenta que en la generación de ese niño, Dios también había tenido parte. Ese niño, del cual veía ya su ser único, no había nacido por casualidad.
El Bautismo nos anuncia que el sentimiento de ser únicos y preciosos no es una ilusión. Imagínense: nunca ha habido y nunca habrá otro como su hijo.
El Concilio Vaticano II dice: “Solo a la luz del Verbo encarnado, encuentra plena luz el misterio del hombre”. Y es verdaderamente así. Es solo ante el amor del Padre, que en el Bautismo nos hace sus hijos, que tenemos absoluta certeza que nacer y vivir son un bien y que es un bien nuestra vida tal y como es.
Sor Faustina Kowalska, la santa de la Divina Misericordia, dice: “Voy en la vida entre arcoiris y tempestades pero con la frente alta porque soy hija del Rey, porque siento la sangre de Jesús circular por mis venas y porque he puesto mi confianza en la gran Misericordia del Señor”.
El Bautismo nos anuncia que aunque no sepamos nada del futuro de nuestro hijo, su vida está en las benditas manos de Dios, su Padre.
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Giusto de’ Menabuoi, Cristo con sus ángeles y santos, Baptisterio de Padua (1375-1378)
Pág. 111
Los apóstoles han sido los primeros en bautizar a los niños. Han creído que el mandamiento de Jesús contenido en sus palabras: “Dejen que los niños vengan a mí, no se los impidáis: porque el reino de Dios es de quienes son como ellos” (Mc 10,14) manifestaba su deseo que los neonatos fueran bautizados.
Muchas veces encontramos en el Nuevo Testamento que cuando un padre o una madre se convertían al cristianismo, se bautizaban “con toda su casa”, es decir, bautizaban también a sus hijos pequeños. Encontramos esta práctica en la Iglesia primitiva, mucho antes del emperador Constantino.
Por ejemplo, Ireneo de León en el siglo II afirmaba: “Jesús ha venido a salvar a todos los hombres: todos aquéllos que por su intermedio han renacido en Dios, neonatos, niños, jóvenes y personas ancianas”. Y Orígenes, uno de los primeros escritores cristianos, dice: “el Bautismo de la Iglesia es administrado, según la costumbre de la Iglesia, también a los niños”.
Al inicio se bautizaba en los ríos y con agua corriente, nunca en agua estancada, como signo que se recibía la vida de Dios viviente. Siendo el Bautismo así importante, desde épocas tempranas se comenzaron a construir baptisterios para que la celebración fuese más hermosa: el baptisterio más antiguo que conocemos es el de Dura Europos, en la actual Siria, de aproximadamente el año 256.
Bautizamos a los niños porque la vida divina es un don, porque la vida divina es una gracia. El Bautismo no es para quien lo merece porque el don de Dios es tan grande que ninguno lo puede merecer. Más bien, ¡quien piensa que está maduro para recibirlo, no ha comprendido nada!
Bautizamos a los niños porque la vida divina es más necesaria que el pan. Así como no se le pide permiso a un hijo para darle la vida y alimentarlo y nutrirlo, así se le dona también el Bautismo.
Se bautizan los niños porque la vida divina es más necesaria que el pan. No se pide permiso a un hijo para darle la vida ni para alimentarlo ni nutrirlo.
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El Padre Mauricio bautizando a su sobrina.
Pg. 112
Queridos Padres
El Bautismo nos recuerda también que en la educación, antes que nada viene el don. La autoridad del educador consiste en ofrecer a los hijos bellas experiencias sin esperar que ellos las pidan primero.
Recuerdo un verano cuando mis padres, luego de haber ido siempre a la playa, nos propusieron a mí y a mis hermanos pasar las vacaciones en la montaña. Aunque éramos todavía pequeños, contestamos llorando y gritando. A pesar de nuestros lamentos, ellos mantuvieron la decisión tomada y nosotros aprendimos, gracias a su autoridad, a amar el silencio del paisaje alpino, la belleza de las caminatas y paseos y a hacer nuevos amigos. No hace mucho he visto a mi hermano llevar a sus hijos, mis sobrinos, a esas mismas montañas donde un tiempo nos llevaron nuestros padres, y esto me ha llenado el corazón de alegría.
Los niños necesitan que sus padres en casa, los maestros en la escuela, los catequistas en la parroquia, les ayuden a descubrir lo bello. Después llegará la adolescencia, querida por Dios para que los chicos pongan en discusión aquello que han recibido y lo hagan suyo de manera original. ¡Ay de nosotros si no les proponemos todo el bien que hemos recibido de quiénes nos han precedido!
En esta transmisión de la fe no estamos solos porque la Iglesia es madre y muestra la belleza de la fe. Decía San Agustín, quizás el obispo más grande de la Iglesia antigua: “Los niños son presentados para recibir la gracia espiritual del Bautismo, no tanto por aquellos que los llevan en brazos (aunque también por ellos si son buenos fieles) sino por la sociedad universal de los santos y de los fieles. Es toda la madre Iglesia de los santos que actúa, porque es ella, toda entera, que genera a todos y a cada uno”.
Recuerdo cuando mis padres nos propusieron ir por primera vez a la montaña y poco a poco nos hicieron descubrir su belleza. Los hijos nos miran siempre, aun cuando no nos damos cuenta: un hijo descubre el mundo escrutando cómo su padre ve el mundo.
Pág. 113
El Bautismo es más antiguo que los Evangelios. También la celebración de la Eucaristía es más antigua que los Evangelios. Los primeros cristianos han celebrado los sacramentos antes que existiera el Nuevo Testamento. Justamente, Jesús no solo no ha escrito nada porque Él mismo es la Palabra y no tendría sentido que escribiera nada, sino que tampoco ha pedido a los apóstoles que escribieran ni su vida ni sus palabras. Ha pedido más bien ir, predicar, bautizar, celebrar la Eucaristía en memoria suya, perdonar, servir a los pobres. Jesús, la Palabra viviente, ha querido que la Iglesia sea su Palabra viviente.
Efectivamente, podríamos escuchar las palabras de la consagración, sea en los Evangelios que durante la Misa. Aunque leyéramos mil veces el mandato de Jesús de ir a bautizar, no tendríamos el Espíritu Santo que desciende para bautizar una nueva vida. Aunque leyéramos mil veces la narración de la Última Cena, no tendríamos la presencia del Cuerpo y de la Sangre de Cristo entre nosotros. En cambio, durante la liturgia, la Palabra de Dios pronunciada: “yo te bautizo”, “éste es mi Cuerpo”, hace que Jesús esté realmente entre nosotros. Jesús no solo ha venido al mundo hace dos mil años, sino que viene también hoy, especialmente con la celebración de los sacramentos. Si Jesús hubiese venido solo hace dos mil años y no viniera también hoy, su venida no nos hubiera servido de nada.
Entonces, ¿por qué existe la Biblia si Cristo quiere que la Palabra de Dios se haga viva sobre todo en la voz viva de la Iglesia? Podemos responder a esta pregunta pensando en nuestras vidas.
¿Por qué tomamos notas o mandamos cartas? ¿Por qué existe este libro que están leyendo? ¿Por qué conservamos una carta de amor o una tarjeta de nuestro hijo en la que nos dice que no existe mejor mamá en el mundo?
Lo que escribimos es como la cristalización de los que vivimos: nos ayuda a recordar, nos permite regresar con precisión a las palabras que hemos dicho o recibido, a las experiencias que hemos vivido. La Iglesia primitiva ha sentido la necesidad de poner por escrito todo lo que aprendió de Jesús para no olvidarlo. Y Dios la ha inspirado a hacerlo, por lo que la Biblia es verdaderamente la Palabra de Dios. La Iglesia, además de habernos donado el amor de Dios a los hombres, de habernos dado los sacramentos, nos ha dado el grandísimo regalo del Nuevo Testamento para poder escuchar siempre una y otra vez la revelación de Dios.
Si Jesús hubiese venido solo hace dos mil años y no viniera también hoy en los sacramentos, su venida no nos hubiera servido de nada.
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Baptisterio de Kélibia, Museo Nacional de Bardo, Túnez
Pág. 114
Queridos niños,
Representemos en nuestro diseño las últimas cosas importantes que hemos dicho.
En el día de nuestro Bautismo, el Espíritu Santo nos ha envuelto, llenado y unido a Cristo. No estamos ya separados de Dios sino unidos al Hijo: hemos sido inmersos en la Vida de Dios. Somos como sarmientos de la vid que es Cristo. Nuestra vida nunca más estará lejos de Dios.
Él ha mandado el Espíritu Santo a nuestros corazones, el espíritu de su mismo Hijo Jesús. Nos ha unido a Jesús.
Pág. 115
L l
PADRE
JESÚS ESPÍRITU
HIJO SANTO
verdadero Dios
verdadero Hombre
HOMBRE
NIÑO
Pág. 116-117
¿ME DICES DE NUEVO LA COSA MÁS IMPORTANTE?
L l PADRE
JESÚS
HIJO
Verdadero Dios
Verdadero Hombre
HOMBRE ESPÍRITU
NIÑO SANTO
Pág. 118
Hemos llegado al final de nuestro libro.
En el siguiente volumen les hablaremos de la creación, de la historia del pueblo de Israel y de los mandamientos de Dios, de Jesús y sus dones, de la oración, de los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía. De cómo Jesús, uniéndonos a Sí, como las ramas al árbol, nos da la fuerza de vivir una vida completamente nueva.
Pero, antes de despedirnos, me ha venido a la mente una pregunta que me hizo una vez uno de ustedes. Después de haber trascurrido un año de catequesis, me preguntó: “¿Me vuelves a decir la cosa más importante?”.
Me pareció que esta pregunta era muy profunda porque cada uno de nosotros quiere estar seguro de haber comprendido bien aquello que es hermoso, quiere saberlo transmitir a los demás y quiere guardarlo en el corazón.
Estoy contento de poder repetir una vez más aquello que hemos dicho, para que vean que nuestra fe cristiana es hermosa y, en el fondo, sencilla, aunque muy seria y verdadera.
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Jesús es el rostro que ilumina nuestra vida.
Pág. 120
Con una “l” minúscula en un triángulo orientado hacia arriba, hemos representado la “libertad” del hombre, nuestra libertad: queremos “tocar” el cielo, conocer la verdad, aprender a amar, descubrir si la vida puede vencer a la muerte, saber quién es Dios.
Pero juntos hemos descubierto que ningún hombre puede conocer a Dios, si Él no se revela. Hemos dicho que con los amigos sucede lo mismo: podemos conocer el corazón de un amigo solo si él nos cuenta su vida. Hemos representado esta “libertad” de Dios con una “L” mayúscula en un segundo triángulo, esta vez, orientado hacia abajo. Son tantos los que se dan cuenta que el hombre es “libre” de buscar, pero se olvidan de la “Libertad” de Dios: es Él quien quiere amarnos y darse a conocer.
Hemos visto también que Dios se da a conocer a lo largo de la historia, poco a poco, escogiendo al pueblo judío. Pero desde su libertad decide venir Él mismo entre nosotros. Manda a su Hijo, verdadero Dios y verdadero Hombre, y justamente porque Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre podemos conocer a Dios. De ese modo se realiza el anhelo que ha llevado el hombre siempre en el corazón. En nuestro dibujo hemos representado así a Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Encontrando a Jesús hemos comprendido que Dios es Amor, que Dios no es venganza, que Dios carga sobre la cruz el mal de los hombres.
Pág. 121
L l
PADRE
JESÚS ESPÍRITU
HIJO SANTO
verdadero Dios
verdadero Hombre
HOMBRE
NIÑO
Pág. 122
Casi inmediatamente hemos dibujado también al Padre y al Espíritu Santo, porque Jesús nos habla siempre del Padre y del Espíritu. Jesús nos ha dicho que su Padre lo mandó por nuestro amor: nos ha repetido mil veces cuánto esto es importante para Él.
“Dios es Amor”. Hay uno que ama y éste es el Padre. Hay un amado y éste es el Hijo. Existe el amor del Padre por el Hijo y del Hijo por el Padre y éste es el Espíritu Santo. Jesús ha venido precisamente para hablarnos del Padre, para alejarnos de todas las falsas imágenes de Dios construidas por los pueblos a lo largo de los siglos.
Pero Jesús ha venido sobre todo para donarnos su Espíritu. La vida y el amor de Dios nos han envuelto. Hemos visto cómo Dios no solo se nos ha revelado, sino que ha querido unirnos a Sí. Dios nos ha hecho sus hijos y lo ha hecho a través del Bautismo.
En nuestro dibujo lo hemos representando añadiendo las palabras “hombre” y “niño”.
Con el Bautismo no estamos más solos en el mundo, ni abandonados, como si nadie nos cuidara. En el día de nuestro Bautismo el Espíritu Santo nos ha envuelto, llenado y unido a Cristo. Ya no estamos separados de Dios, sino unidos al Hijo. Hemos sido inmersos en la Vida de Dios.
Unidos al Hijo nos hemos convertido en hijos: no somos siervos de Dios sino hijos amados.
Pág. 123
Como Yo los he amado, así también ámense los unos a los otros.
Jn 13,34
Pág. 124
Queridos Padres
Al finalizar esta primera etapa de nuestro camino, quiero decirles porqué es necesario ayudar a los niños a hacer síntesis del itinerario recorrido. Muchas veces nuestra catequesis es muy fragmentaria y lo fragmentario no educa en profundidad.
Para algunos catequistas, la catequesis consiste en aprender de memoria algunas formulaciones. Otros se oponen a esta idea. Pienso que éste no es el punto principal. El punto es otro: yo no tengo dificultad en recordar una cosa cuando está claro cuál es su centro y cuando he comprendido que es como una llave para poder abrir con orden otras puertas. En cambio, cuando no me queda clara su importancia ni veo la conexión con el resto, no la podré recordar simplemente porque es confusa.
A veces en la catequesis se rechaza la idea de una síntesis porque se cree que es abstracta y teórica. Pero no es así. Pensemos en la Divina Comedia de Dante: en su poema está toda la fe cristiana, sin embargo, cada aspecto revive en las historias que Dante cuenta para hacer entender su significado de una manera poética. Pensemos en el Cántico de las creaturas de San Francisco, que comienza con la alabanza al Creador: “Altísimo Omnipotente buen Señor”, después se dirige a las cosas creadas hasta llegar a alabar a Dios por el hombre, el más grande motivo de alabanza de entre todas las creaturas para el pobrecillo de Asís - “Bienaventurados aquéllos que perdonan por tu amor”. Les ruego, apréndanselo de memoria y recítenselo a los chicos. Descubrirán cómo ese texto se les imprimirá en el corazón al ser profundamente armonioso y sintético.
Tener un orden en la presentación de la fe es importantísimo también para los chicos más frágiles, aquéllos con alguna discapacidad o que les cuesta recordar. Los mapas conceptuales han sido pensados en los colegios modernos precisamente para poder visualizar la síntesis de un recorrido, de modo tal que todos puedan recordar el camino hecho, no solo los más inteligentes.
A las grandes preguntas que se anidan en el corazón del hombre, Dios ha respondido primero eligiendo un pueblo al cual darse a conocer, hasta llegar a hacerse uno de nosotros.
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Eugène Burnand, Los discípulos Pedro y Juan corren al sepulcro la mañana de la Resurrección (1898) Museo Orsay, París
Pág. 125
Palabras finales
Como hemos dicho en la introducción, volvemos a reflexionar, al final de este primer volumen, sobre los criterios con los cuales se ha escrito. En este libro han encontrado continuas referencias a la escuela porque estamos seguros que la escuela es necesaria e importante. Una catequesis que no esté al nivel de la escuela, desilusionará a los niños. Por más que sea pequeño, él desea descubrir que la fe cristiana no es algo irracional - ¿y no es lo mismo para nosotros grandes? -. Desea descubrir que la fe soporta las críticas que recibe. Desea descubrir aún más porqué la fe es una profunda exigencia del hombre, desea comprender porqué es necesaria. Cada niño desea saber no solo si la fe soporta las críticas que recibe, sino si puede prescindir de ella, o si es que sin Dios todo se vuelve incomprensible y la vida se empobrece.
El itinerario que hemos propuesto ha tomado en serio los contenidos de la fe, pero no se olviden que la fe necesita ser experimentada. No es suficiente hablar de la fe. Los niños tienen necesidad, no solo de conocer, sino de respirar el aire de una comunidad que cree, que espera y que ama. Lo hará sobre todo en la experiencia de la Eucaristía dominical, en la alegría del canto y en la grandeza del silencio que vivirá, junto a nosotros adultos, participando de la liturgia, recibiendo la bendición del sacerdote, recibiendo el afecto verdadero de los catequistas, en la simplicidad de los campamentos de verano y del oratorio, en el ver cómo la comunidad sabe involucrar a los padres en el camino, en el vivir experiencias de caridad hacia los más pobres. Estas experiencias son más importantes que eventuales dinámicas de grupo o actividades preparadas en el escritorio - que se podrán también utilizar -. Son más importantes porque la fe no nace en un laboratorio, sino que se desarrolla en el encuentro simple y cotidiano con la Iglesia viva que cree y que ama.
Queremos subrayar una última característica. Este libro no duda en presentar a los niños la fe cristiana desde su centro, desde su corazón, en manera clara y sintética, antes de las profundizaciones que vendrán más adelante. Este libro no duda en proponer el corazón de la fe desde el inicio del camino. Afronta la gran cuestión: “¿Qué es la fe cristiana y por qué vale la pena creer en el Señor Jesús?”.
Rechaza por tanto la idea de un itinerario que busque mostrar la novedad del cristianismo solo después de razonamientos complejos. Estamos tan acostumbrados a presentar la fe como un programa, en el cual, paso a paso, se debería llegar algún día lejano a creer, que no nos damos cuenta que las preguntas de los niños son mucho más simples: tienen en cuenta sobre todo la fe en sí misma y no tanto sus particularidades.
El método que hemos seguido es el contrario: primero hemos presentado, en una sola visión, toda la fe cristiana y solo después hemos llegado a las particularidades. Ya en la época de Jesús, los rabinos discutían si se podía presentar toda la fe judía en breve tiempo, “estando parados en un solo pie”, es decir, en un período breve, tanto cuanto un hombre puede resistir teniendo alzada la otra pierna. Se daban cuenta que la fe no puede ser algo complicado, reservada solo a las personas cultas.
Cuando a Jesús le hacen una pregunta parecida: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”, Él no se echó para atrás. Incluso los Pontífices que el Señor nos está regalando en estos años, están insistiendo en este volver a lo esencial.
Es por esto que este libro ha buscado mostrar desde el inicio el corazón y centro de la fe: a las grandes preguntas que anidan en el corazón del hombre, Dios ha buscado responder, eligiendo primero un pueblo al cual darse a conocer, hasta llegar a hacerse uno de nosotros.
Éste ha sido el tema de la primera parte que tienen en las manos. Esperamos encontrarlos en el segundo volumen.
(per approffondire – articoli e siti…. Non tradotti perché sono soltanto siti in italiano….)
CONTRATAPA:
“Si Dios ha creado el mundo, ¿quién ha creado a Dios?”
“¿Dios conoce mi nombre?”
“¿Por qué existe el odio?”
“¿Por qué Jesús quiere que lo comamos?”
Queridos niños,
Me presento. Soy el Padre Mauricio, un sacerdote de Roma. Desde hace muchos años soy catequista de niños como ustedes y he descubierto qué hermosas y profundas son sus preguntas, las cosas que los atraen y que más les interesan.
Padre Mauricio Botta es Prefecto del Oratorio Secular San Felipe Neri y Vice Párroco de Santa Maria in Vallicella. Desde hace algunos años colabora con la Oficina de Catequesis de la Diócesis de Roma.
Queridos padres y catequistas,
Me llamo Padre Andrés. Yo también soy sacerdote de Roma.
Cuando los niños encuentran adultos que los ayudan a comprender que existen respuestas a sus preguntas, enfrentan con valor la vida y nace en ellos el deseo de crecer.
Padre Andrés Lonardo enseña en el Instituto de Ciencias Religiosas Ecclesia Mater de Roma y es Director de la Oficina de Catequesis y del Servicio para el Catecumenado de la Diócesis de Roma. (AGGIORNARE??)
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